Eran casi las cinco de la tarde cuando el polideportivo de San Carlos comenzó a vibrar. En las gradas, los rostros expectantes de niños, adultos y fanáticos de siempre sabían que esa tarde no sería una cualquiera. David Jones, el joven de Guachupita que hace apenas unos años lanzaba en canchas polvorientas, volvía a hacerlo: brilló con 51 puntos y encendió el alma del club Rosa Duarte, en una victoria contundente 119-88 sobre Simón Bolívar, durante el III Torneo de Segunda División José Heredia Castillo.

Para Jones, de apenas 23 años, jugar en este torneo no es una obligación. Es un acto de amor. “Estoy aquí por mi gente. Por los que no pueden verme en México”, dijo tras el partido, visiblemente emocionado. Y es que, aunque su nombre comienza a sonar fuerte en ligas internacionales —firmado en contrato doble con los 76ers y parte de los Capitanes de CDMX— su corazón parece seguir latiendo en cada callejón de Guachupita.

Esa tarde, el joven escolta no solo acumuló estadísticas: estableció una conexión con el público que coreaba su nombre tras cada tiro acertado. Terminó con 7 de 11 en tiros de campo, 8 triples de 17 intentos, y 13 de 18 desde la línea de los suspiros. Además, bajó 8 rebotes y asistió en 3 ocasiones. Su actuación lo lleva a sumar 107 puntos en apenas dos partidos, con un promedio que desafía toda lógica: 53.5 por encuentro.

Pero más allá de los números, lo que quedó fue la escena: la emoción de los niños que saltaban al borde de la cancha, el orgullo de una comunidad que ve en él algo más que un atleta: un símbolo.

Rosa Duarte, con récord 2-0, continúa invicto en el torneo. Mientras, Simón Bolívar, aún sin conocer la victoria, quedó tocado por la intensidad del juego. Junto a Jones, figuras como Darwin Susaña (17 puntos, 7 rebotes) y Anferny Guerrero (16 y 5) completaron la faena.

En otro encuentro igual de vibrante, Solano superó 93-91 a Renacer. Manuel Celén se lució con 31 puntos y David Peguero, en una actuación digna de mención, firmó 25 puntos, 13 rebotes y 7 asistencias, demostrando que el talento brota en cada rincón de Guachupita.

A medida que las luces del polideportivo se apagaban, quedaba la sensación de haber presenciado algo especial. Tal vez el inicio de una leyenda. Tal vez, el nacimiento del próximo gran ídolo del baloncesto dominicano.