Tecnología Los expertos temen por la salud mental de los adolescentes

Los expertos temen por la salud mental de los adolescentes

Publicado el 24 Jun 2025 | Categoría: Tecnología

Islas Canarias.– La preocupación por el efecto que las redes sociales están teniendo en la salud mental de los jóvenes está creciendo en un mundo cada vez más basado en pantallas y digitalmente impulsado. Muchos estudios diferentes y voces expertas coinciden en que la hiperconectividad, en realidad, ha servido para profundizar los sentimientos de aislamiento, ansiedad y baja autoestima entre los jóvenes.

Un modelo que promueve la ansiedad
Un informe del Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad (ONTSI) y Save the Children muestra que una dependencia excesiva de las redes sociales está relacionada con tasas más altas de angustia emocional. ¿Qué tan perniciosa podría volverse la adicción a los dispositivos y sitios, ya que el 90 por ciento de los adolescentes españoles revisan estas plataformas varias veces al día, algunos de ellos casi constantemente?

La cuestión es que el doomscrolling, la exposición constante a la negatividad, más la sobrecarga de información, configuran un ecosistema más interconectado donde la comparación continua y la necesidad de buscar aprobación digital pasan factura a la psicología de los jóvenes usuarios de Internet.

Capitalismo de plataformas: entre red y jerarquía
El análisis también sirve para subrayar el modelo económico en el corazón de las redes sociales. Bajo la lógica de la vigilancia y la monetización de la atención humana, las emociones, deseos y frustraciones de los adolescentes se transforman en datos comercializables, dijeron los expertos.

“El adolescente no es solo un consumidor, sino un producto y también mano de obra. Su intercambio genera valor para un sistema que no valora sus sentimientos tanto como valora su presencia en Internet", dicen los expertos en alfabetización digital.

Islas Canarias: Un marco que exacerba las cosas
El problema adquiere características específicas en el contexto de las Islas Canarias, donde elementos estructurales, como altas tasas de pobreza infantil, baja provisión de atención a la salud mental y falta de espacios públicos disponibles para la socialización de los jóvenes, parecen contribuir en gran medida.

Sin otras opciones, las redes sociales se convierten en un refugio seguro que no funciona como un bálsamo sino que agrava la herida. “El entretenimiento en el mundo digital puede usarse como un anestésico y desempeñar este papel en contextos de frustración o precariedad”, dicen los profesionales de la educación.

Se requiere una respuesta colectiva
El gobierno alemán está promoviendo actualmente campañas de educación digital y apoyo familiar, pero los expertos dicen que sin abordar las raíces estructurales del problema, no será suficiente. “La salud mental de los adolescentes no es un problema individual únicamente y necesita respuestas políticas y sociales claras”, añaden.

Las alternativas incluyen reforzar el sector público de salud mental, desarrollar lugares juveniles no comercializados e imponer controles estrictos en las plataformas digitales para que no puedan explotar emocionalmente a las personas.

Un desafío urgente
La discusión sobre el consumo de redes sociales de los adolescentes no es una discusión tecnológica, sino que cuestiona el modelo de sociedad en el que vivimos actualmente. Para muchos, el desafío es proteger el derecho de los jóvenes a formar su identidad, relaciones y tiempo libre en condiciones saludables y fuera del circuito permanente de consumo.

Una realidad que también afecta al Caribe
En naciones caribeñas como República Dominicana, Haití, Jamaica y Puerto Rico, el complejo presenta matices similares, agravados por la desigualdad social, la fragilidad institucional y la baja cobertura de salud mental en los sistemas públicos. Los adolescentes están expuestos a riesgos psicológicos y sociales debido a que acceden a internet sin control ni habilidades en una etapa temprana, tanto en áreas rurales como urbanas.

La respuesta no es desconectar, concluyen, sino “reimaginar el ecosistema que ha mercantilizado incluso nuestra socialización.”

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