Nacionales “Éramos cuatro, y solo sobrevivimos tres”: la batalla de Jaily contra el cáncer

“Éramos cuatro, y solo sobrevivimos tres”: la batalla de Jaily contra el cáncer

Publicado el 05 Jun 2025 | Categoría: Nacionales

A sus ocho años, Jaily Montero enfrentó un diagnóstico de leucemia. Hoy, su testimonio se levanta como un canto de vida y esperanza.

Santo Domingo. – “Yo pensaba que me iba a quedar así para toda la vida”, recuerda con voz serena Jaily Montero, un niño que hoy sonríe, pero que hace apenas un tiempo vivía en carne propia una de las batallas más difíciles: vencer el cáncer.

Su historia comenzó cuando tenía apenas ocho años, en medio de juegos escolares y días normales que, de pronto, cambiaron radicalmente. Un día, su cuerpo se sentía diferente: se le caía el cabello, se notaba pálido, y en su escuela nadie entendía qué pasaba. Algunos compañeros se burlaban de su apariencia. Jaily no sabía cómo explicar lo que él mismo aún no comprendía.

El primer aviso: “Yo lo notaba raro”
Samira Vicente, su madre, fue la primera en darse cuenta de que algo no estaba bien. Jaily regresaba de la escuela con el rostro fruncido, pedía mucha agua y tenía una inflamación en el cuello. Pensando que podía ser algo menor, acudió al médico, pero los exámenes revelaron una preocupación mayor.

Después de varios estudios y la insistencia de Samira por obtener respuestas, un médico decidió verlos sin cita. Tras evaluar los resultados, fueron remitidos de urgencia a pediatría. Poco después, en el Instituto Nacional del Cáncer Rosa Emilia Sánchez Pérez de Tavares (Incart), les confirmaron la sospecha: Jaily podría tener leucemia.

El diagnóstico y la primera batalla emocional
“Me pidieron que llamara a su papá y a sus hermanos”, relata Samira. Ese día, los doctores reunieron a la familia para explicar la situación. Una muestra fue enviada a Estados Unidos para confirmar el diagnóstico. Aunque el seguro subsidiado aún no cubría el tratamiento, una fundación intervino para que Jaily recibiera su primera quimioterapia.

Para su madre, la angustia fue desgarradora. Para Jaily, el mundo dejó de tener sentido. “Yo pensaba que iba a morir”, dice.

El hospital como segundo hogar
Entre juegos y pinchazos, el hospital se convirtió en rutina. Algunos días eran de ingreso por tres días; otros, por dos semanas. Recibía sangre, plaquetas y medicamentos que le quitaban el apetito y las fuerzas. Veía llorar a otros niños. “Me dolía mucho. Me pinchaban por la espalda. Y también me dolía ver a otros llorar”, dice con franqueza.

Pese al sufrimiento, el deseo de volver a su casa y abrazar a su familia lo mantenía de pie. Quería dormir en su cama, jugar con sus hermanos, volver a ser él.

Cuando la esperanza regresó
Una de las citas médicas trajo una buena noticia: Jaily no presentaba marcadores de alto riesgo. “Cuando escuché eso, sentí que volvía a vivir”, cuenta Samira entre lágrimas.

El apoyo emocional del personal del Incart fue crucial. “Aquí no te tratan como un número, sino como familia”, dice agradecida.

En el hospital, Jaily hizo amigos, compartió risas y también dolor. “Éramos cuatro, y solo sobrevivimos tres. Una compañera fue llevada a Estados Unidos… y falleció”, recuerda con tristeza. Aún mantiene contacto con algunos, cuando coinciden en consultas.

El mensaje: se puede vencer
Hoy, Jaily sigue en seguimiento médico, pero su historia ha cambiado. Puede hablar de lo vivido y compartirlo para ayudar a otros. Su madre lo define como un campeón: “Dios lo puede todo, y después de Dios, los médicos. Y la familia. Hay que ser fuertes”.

Jaily ya tocó la campana de la esperanza. Su historia es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, la vida puede florecer. Como él, muchos niños pueden encontrar en la lucha contra el cáncer no solo dolor, sino también una causa para aferrarse a la vida.

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